• El sistema financiero anuncia el final de las democracias

Por Koly Bader-FSN Tucumán- 14/4/2025

Hemos escuchado mucho hablar de los famosos Fondos Buitre que acechan a la Argentina y esa denominación oculta aviesamente la verdad. En realidad, en todo el sistema financiero mundial no hay “fondos” que no sean “buitres”. La rapiña es una característica inherente a todos los agentes del sistema financiero como condición para pertenecer o permanecer en él toda vez que la especulación es una “virtud” constitutiva del capital acumulado que administra. La perversidad de estos fondos ha quedado demostrada en el mundo entero en reiterados momentos de la historia económica mundial pero particularmente expuesta desde la crisis de las deudas públicas de los países que se llamaban “en desarrollo” y hoy son “emergentes”. Pero sin duda lo que sucede hoy en Europa ha dibujado con absoluta nitidez los filosos bordes de un arma mortal para la democracia.

Winston Churchill decía que “La democracia es el menos malo de los sistemas políticos”. Una frase que sin duda pertenece al tiempo en que el sistema económico, el modo de producción capitalista, era viable si y solo si, una cierta distribución de la riqueza, permitía la producción y el consumo que a su vez aliente la producción. Desde que la acumulación de grandes capitales en pocas manos como consecuencia del desarrollo del propio sistema capitalista llevó a la transformación de las estructuras económicas de un capitalismo productivo a uno especulativo, la democracia, que siempre fue más discurso que realidad, va paulatinamente degradándose aún más, hasta el estadio de sostener formalmente sus mecanismos con fines claramente contrarios a los declamados. El pueblo, los ciudadanos, ya no son representados por los gobernantes que han pasado a responder a los bancos como sucede hoy en España, Gracia, Francia, Italia, Estados Unidos y tantos otros países de “sólidas democracias”.

Al decir de Ivan Metszaros y Francois Houtart :“El neoliberalismo convirtió al sistema financiero de nuestros países en una gigantesca fuente de poder y enriquecimiento de unos pocos, en base al monopolio del comercio del dinero, a la discriminación entre los usuarios del crédito y al aprovechamiento de los ahorros de los trabajadores, de los pequeños y medianos productores. El relajamiento de las normas de control que exigen los especuladores y otros agentes financieros equivale a dar carta blanca a intereses usurarios, al cobro de comisiones abusivas, al empleo de recursos ajenos para sus propios negocios, para el lavado de dinero del narcotráfico y otras operaciones al margen de la ley. Por falta de control en todos nuestros países tenemos continuos casos de bancarrotas de bancos y otras entidades financieras por fraude a la fe pública, en los que dineros públicos se emplean para salvar a sus dueños, sin que se castiguen a sus culpables, ni se indemnicen a sus víctimas. El libre mercado de capitales genera constantemente crisis de divisas, devaluaciones erráticas de la moneda, fuga de capitales al exterior, pérdida de las reservas de la nación, dependencia del endeudamiento foráneo, crisis de liquidez y rebrotes inflacionarios. La llamada autonomía del Banco Central y la supuesta excelencia técnica de sus directores esconde su sometimiento ideológico a las conveniencias del capital financiero”.

Nada más claro y es una opinión compartida por enorme cantidad de intelectuales del mundo entero. Lo que sucede en Europa es aún más claro que lo sucedido con las deudas de los países “en desarrollo” generadas por dictaduras militares. En el caso europeo fueron democracias desde mucho antes de la crisis que ahora las afecta demostrando que es el sistema financiero el que las provoca sin importar los sistemas de gobierno. Si los capitales no tienen bandera, tampoco tienen preferencia alguna por sistemas políticos. Su única religión es la tasa de interés. Y si hace falta una dictadura para cobrarlas, pues la financian.

Pero no les hacen falta las rancias dictaduras del siglo pasado. Ellos han ocupado el poder político y desde la primera magistratura hasta los ministros son banqueros o ex funcionarios de bancos como sucede hoy en Italia, Gracia, Estados Unidos, Alemania o Argentina.

En todos los países del llamado primer mundo puede rastrearse la relación de sus políticos con una de estas familias:

1.- Familia Rothschild con sede en Estados Unidos y tentáculos en Inglaterra, Alemania e Israel.

2.- Familia Rockefeller desarrollada en Estados Unidos y con fuerte influencia en el imperio y en Israel.

3.- Familia Morgan propietaria, además, de poderosos bancos en Estados Unidos, Inglaterra y otros países del mundo.

4.- Familia Warburg con sede en Estados Unidos y poderosas extensiones en Alemania.

5.- Familia Lazard de Estados Unidos y grandes influencias e inversiones en Francia.

6.- Familia Mosés Israel Seif de origen judío ortodoxo con poderes económicos y políticos en Estados Unidos, Italia e Israel.

7.- Familia Kuhn, Loeb con sede en Estados Unidos y fuertes intereses en Alemania

8.- Familia Lehman Brothers con sede e influencia en Estados Unidos

9.- Familia Goldman de indudable poder en Estados Unidos

Como afirma Ignacio Ramonet “Los principales bancos internacionales, con la complicidad de otros actores del sistema financiero, han desarrollado un sistemático mecanismo de engaños que condujo a la actual crisis económica. Sin embargo, hoy ocupan los lugares de decisión clave para resolverla…Representan un cambio fundamental: el poder ha pasado de los políticos a los especuladores de la Bolsa y a una cohorte de tramposos banqueros. Cada día, los mercados mueven sumas colosales. Por ejemplo, casi 7 billones de euros, sólo en deudas de los Estados de la eurozona, según el Banco Central Europeo (BCE). La decisión colectiva diaria de esos mercados puede ahora derrumbar gobiernos, dictar políticas y someter pueblos. El drama, además, es que estos nuevos “amos del mundo” no sienten ninguna preocupación por el bien común. La solidaridad no es su problema. Menos aún la preservación del Estado de Bienestar. La única racionalidad que los motiva es la codicia. Especuladores y banqueros, movidos por la avidez, llegan a comportarse como mafias, con mentalidad de aves de rapiña. Y con una impunidad casi total.

Desde que, en 2008, estalló la crisis –en gran parte causada por ellos–, ninguna reforma seria ha conseguido reglamentar los mercados, ni poner en vereda a los banqueros. Y a pesar de todas las críticas formuladas contra la “irracionalidad del sistema”, el comportamiento de muchos actores financieros sigue siendo igual de cínico”.

Los capitales financieros no dudan en desestabilizar naciones y Estados libres, soberanos e independientes, derrocar gobiernos, planificar y ejecutar asesinatos, encarcelamientos, torturas, desapariciones forzadas de personas y, en especial de líderes políticos, sindicales, sociales, de intelectuales, periodistas y hasta religiosos son sus actividades cotidianas. Esas actividades cuestan mucho dinero, tanto como practicar el terrorismo de Estado en contra de otros Estados, pueblos y sus dirigentes u organizar actos de sabotaje, pagar chantajes y sobornos a civiles, militares, policías y notables periodistas. Pero dinero es lo que les sobra y esas inmorales inversiones son recuperadas con intereses de usura luego de cada acto criminal.

Hay intelectuales de talla mundial que aseguran que esta no es una crisis más del capitalismo, sino que se trata de su final como sistema de organización económica y vaticinan un cambio radical que llevará a una crisis civilizatoria capaz de instaurar una forma de gobierno y una economía más justa y razonable muy lejos de los modos de producción capitalista. Nos inscribimos en el bando de los que creemos en que el sistema sobrevivirá mientras los pueblos sigan sojuzgados. Nadie renuncia a sus privilegios sin la necesaria presión de los que no los tienen. Y en este caso se trata nada menos que de un proyecto tal que sea globalmente posible por la fuerza de la voluntad de la raza humana en su conjunto frente al enorme poder tan acumulado como el dinero de los financistas. Es sí un cambio civilizatorio, pero mientras tanto, lo que se autodestruye, es la democracia burguesa.

Hoy vivimos una plutocracia financiera cuyo único parecido a la democracia es la formalidad de las elecciones cada cierto tiempo. Manipuladas, desnaturalizadas por la hábil propaganda de los medios tradicionales y electrónicos, se han transformado en la caricatura de opciones que nada tienen que ver con elegir. La democracia burguesa esta de cuerpo presente en sus propios funerales. Es el capital financiero el que gobierna por medio de “representantes” que, con tal de defender este agonizante capitalismo, aceptan condiciones de sometimiento y genuflexión a los dictados de los mas ricos del planeta.

Nota en audio abajo