• Capitalismo y Extractivismo en la gestión de la dependencia.

Por Koly Bader- FSN Tucumán

Nadie ignora que la conquista de América bajo el signo de la cruz y la espada no tuvo mucho que ver con la evangelización de los naturales del continente como quisieron aparentar los españoles sino con la explotación de sus riquezas naturales entendiendo también como riquezas los pueblos que fueron sojuzgados y esclavizados al servicio de los encomenderos. Se dice que la primera inflación en el mundo se registró en Europa a causa de la enorme cantidad de oro que llegaba de las “indias” que produjo una baja de su valor de cambio, una verdadera devaluación. Se calcula que en América Latina entre 1503 y 1660, con base en datos de los archivos de las Indias, el saqueo representó una extracción, tan sólo de metales preciosos, en el orden de unos 185 mil kilos de oro y unos 16 millones de kilos de plata.

Desde entonces la extracción de recursos naturales de la periferia a los países dominantes ha sido una constante. Hoy, bajo las banderas del “libre mercado” lo que tenemos es una región que recepta los excedentes de capital, fundamentalmente de EEUU, pero también de Europa, en forma de “inversión extranjera” para que luego retornen a su origen con enormes ganancias a costa de nuestros trabajadores, nuestro medio ambiente y hasta de nuestro sistema político.

Los países en la periferia del sistema capitalista de producción son aquellos que en la división internacional del trabajo juegan un rol secundario, muchas veces de abastecedores de materias primas clave y de fuerza de trabajo barata. Otra manera de referirse a estos países podría ser, aunque de modo no tan preciso, países “pobres” o “en desarrollo” o, últimamente, “emergentes”.

El extractivismo contemporáneo se refiere a un modelo económico-político que, apuesta por impulsar actividades primarias, particularmente extractivas de recursos naturales, para su venta en el mercado internacional sin generar encadenamientos productivos relevantes con mayor contenido tecnológico y, por tanto, de mayor valor agregado. Este esquema, que tuvo un auge importante en la segunda mitad del siglo XIX dados los flujos de materiales que logró, se ha mantenido a la fecha, pero vuelve a tomar fuerza primero desde la Segunda Guerra Mundial hasta 1970, para retomar mayor acento para la última década del siglo XX y lo que va del XXI de la mano de las nuevas tecnologías. Es que los grandes yacimientos en los que incluimos los de hidrocarburos, se van agotando, pero aparecen nuevas tecnologías que permiten la explotación de yacimientos antes antieconómicos. Es el claro caso de la extracción de petróleo y gas con el sistema de fractura hidráulica (Fracking) o de la minería a cielo abierto. Argentina es uno de los países más amigables con las inversiones en estos rubros por su permisiva legislación, segundo es el tercero en el mundo en reservas en yacimientos no convencionales y, finalmente, necesita imperiosamente energía para el inmenso consumo de los más de 600 proyectos mineros en danza que serían irrealizables sin su provisión adecuada. Esto explica la gran preocupación del gobierno de Macri por el tema de la energía. El tarifazo esconde la necesidad de proveer fondos a las empresas para adaptar la infraestructura energética a las necesidades crecientes de la mega minería y los proyectos en ciernes.  

Ya durante la colonia, se registró un impacto ambiental y social enorme como fruto de la explotación minera. Quedaron enormes montañas de desechos contaminantes, culturas enteras destruidas y cientos de miles de muertos que, claro, fueron los naturales, verdaderos dueños de estas tierras. Sólo en las minas del Potosí, en sus trescientos años de explotación antes de las independencias americanas, se calcula que murieron alrededor de 8 millones de indígenas que fueron los esclavos, mitayos, que trabajaban para que los españoles se llevaran el oro y la plata.

Sin embargo, abolida la esclavitud, los impactos socioambientales de la megaminería de hoy pueden ser aun mucho más graves por las enormes dimensiones que adquiere la actividad y el empleo de tecnologías y técnicas que la hacen rentable pero mucho más agresiva.

Las necesidades de metales y combustibles del mundo de hoy superan enormemente las de antaño. El consumo per cápita mundial de estos frutos de la Pachamama pasó de 77 kilos en 1950 a 213 kilos en 2008. Aunque desde luego, el consumo ha sido desigual, EUA anota un consumo per cápita anual de 380 kilos, esto es nueve veces más que China y 15 veces más que India. La producción de estaño, por ejemplo, se incrementó tres veces del 1900 al 2000, y la de aluminio en 3,000 veces para el mismo periodo.

Los datos sugieren que entre 1900 y el 2000, cuando la población creció cuatro veces, el consumo de materiales y energía aumentó en promedio hasta diez veces; el incremento del consumo de biomasa en 3.5 veces, el de energía en 12 veces, el de metales en 19 veces y el de materiales de construcción, sobre todo cemento, unas 34 veces. De este modo, al cierre del siglo XX la extracción de recursos naturales era de 48.5 mil millones de toneladas (más de una tercera parte biomasa, 21% combustibles fósiles y 10% minerales), registrándose un consumo global per cápita de 8.1 toneladas al año con diferencias per cápita de más de un orden de magnitud.

Es claro que no es América Latina la que consume la mayor parte, pero sí es una de las mayores proveedoras. El llamado primer mundo, como siempre, se lleva el bocado del león para dejarnos en nuestro subcontinente el pasivo social y ambiental que significa.

Y es que históricamente la minería ha generado importantes cantidades de desechos sólidos, líquidos y gaseosos, principalmente en forma de gases, humos, partículas, aguas residuales y jales muy tóxicos (dado su contenido en metales pesados como el mercurio o, más recientemente, de químicos como el cianuro que comienza a emplearse a principios del siglo XX), además de otros tipos de residuos. Es una actividad que requiere un uso extensivo de tierras y un uso intensivo de agua.

En términos sociales, la gran minería presenta constantes históricos como el engaño, la ausencia de información y consulta social, el despojo de tierras y agua (lo que estrictamente debe incluir la modalidad de pagos irrisorios por la renta de cientos de hectáreas), la violación de derechos humanos, el resquebrajamiento de la cohesión social, la criminalización de movimientos sociales, e incluso la desaparición o asesinato de líderes sociales o políticos que cuestionan los grandes proyectos mineros.

Así, tomando nota de lo anterior, el impacto del consumo creciente de minerales primarios toma su verdadera dimensión y relevancia desde una perspectiva ecosocial, pues las cifras indican que la humanidad ha consumido más minerales primarios desde la Segunda Guerra Mundial que en toda la historia antes.

Argentina es el tercer país del mundo con el mayor potencial en hidrocarburos no convencionales, esto es explotables por el sistema de fractura hidráulica. Y se dice que hará a nuestro país autosuficiente en petróleo y gas e incluso podrá exportar. Sin embargo, lo que se busca en realidad es darle a la minería en proyecto el abastecimiento de la enorme cantidad de energía que necesita para que las empresas extraigan el metal y se lo lleven allende los mares. Para tener una idea, La Alumbrera consume el 80,2% del total de energía eléctrica que consume toda la provincia de Tucumán. Para producir esa electricidad, la central térmica de El Bracho quema 8,74 millones de metros cúbicos de gas natural por mes. Tampoco el gas será para nosotros.

La inversión en proyectos de explotación minera en América Latina es la mayor del mundo: América Latina 32%, Oceanía 20%, África 16%, Asia 13%, Norteamérica 12% y Europa 7%. A su vez, Chile, Brasil y Perú son los países que hasta ahora han invertido más dinero en la exploración y explotación de recursos mineros de nuestra región.

En Argentina hasta el año 1997, las rocas de aplicación lideraban el ranking de las explotaciones mineras y fueron desplazadas por los minerales metalíferos a partir del ciclo productivo 1998, como consecuencia de haberse ajustado y regularizado la actividad de los grandes proyectos como en Bajo de la Alumbrera (cobre y oro) y en el Salar del Hombre Muerto (litio) en Catamarca. Esto también sucedió el año 2004 y el siguiente en Cerro Vanguardia (oro y plata) y en Santa Cruz el año 2005 con la explotación del yacimiento de oro Veladero, en San Juan. En el 2006, existían más de 275 proyectos de inversión minera tanto metalíferos como no metalíferos y rocas de aplicación con una inversión total de 3.900 millones de dólares. Hoy los proyectos son 614. Argentina exporta boratos, cloruro de litio (4° y 5° productor mundial, respectivamente), concentrados de cobre y oro, además de caliza, bentonita, cloruro de sodio, entre otros. La legislación argentina favorece fuertemente a las empresas mineras, por lo que cada vez se generan e implementan más proyectos de explotación, lo que significa tener la infraestructura energética necesaria para su realización ya que necesitan enormes cantidades de ella en forma de gas, electricidad o petróleo.

Y ahora, el mayor yacimiento de gas y petróleo no convencional, Vaca Muerta, es explotado por YPF en sociedad con Chevron, una de las diez petroleras más grandes del mundo.

Hay muchas cosas que tendrán un elevado costo para modificarse en nuestro país y una de ellas, sin dudas, son los privilegios de las multinacionales mineras.

Sucede que a partir de la Reforma del Estado de 1989, las criminales políticas neoliberales de Carlos Saúl Menem promovieron el máximo aprovechamiento de los recursos mineros por empresas extranjeras. A finales de 1991 el entonces vicepresidente del Banco Mundial, Lawrence Summers, recomendaba en un memorándum interno:

A given amount of health-impairing pollution should be done in the country with the lowest cost, which will be the country with the lowest wages ... I think the economic logic behind dumping a load of toxic waste in the lowest-wage country is impeccable and we should face up to that. (Una cierta cantidad de la contaminación que deteriora la salud debería ser hecha en el país con el costo más bajo, que sería el país con los salarios más bajos... Creo impecable la lógica económica de descargar residuos tóxicos en el país de más bajos salarios, y deberíamos enfrentarla.)

En ese contexto el banco dio a Argentina, entre 1996 y 1998, un préstamo de 69,5 millones de dólares para hacer los estudios técnicos y legales necesarios para llevar a cabo el cambio de políticas mineras. Durante la década de 1990 se hicieron tanto exploraciones a costa del Estado, como importantes modificaciones a las normas que regulan y promueven las explotaciones mineras.

Algunas de ellas, como ejemplo, son: Durante los primeros 5 años no pagan impuestos y por 30 años no se modifican las cargas impositivas (Ley 24.196). No pagan impuestos municipales ni provinciales (Ingresos brutos, sellos, habilitaciones, automotor). No pagan impuesto al cheque. Se les devuelve el IVA en la etapa de explotación y en los bienes que importan (Ley 25.429). No pagan impuestos a los combustibles, ni por minerales extraídos, ni por maquinarias o vehículos.  Gozan de beneficios especiales para la importación y exportación: no pagan derecho de importación ni tasas aduaneras. Reciben subsidios a la exportación. Si exportan en puertos patagónicos se les rembolsa entre el 5 y el 12% (Ley 23.018). Pueden transferir el 100% de sus capitales y ganancias al exterior. Están autorizados a liquidar en el exterior el 100% de los dólares de sus ventas. Las regalías que le deben dar al Estados son, en principio, el 3%. Pero como se descuentan los gastos, se reducen hasta el 1%. (Ley 25.161).

Esto no solamente no ha sido modificado, sino que la administración Kirchner apostó a la minería tanto como el menemismo. Los gobernadores de las provincias mineras se abroquelaron incluso para asociarse a las empresas que, a juzgar por los antecedentes de la Barrick Gold (Y las otras no serán diferentes), van por todo. Los datos que aquí se consignan dan cuenta de un negocio de carácter estratégico que no será fácilmente desmontado. La resistencia será dura, larga, difícil y de final incierto. Pero, esa resistencia tiene carácter estratégico. La lucha contra la megaminería a cielo abierto es la lucha contra el proyecto genocida del neoliberalismo. No se trata solo del medio ambiente, se trata de un modelo de país u otro. Y esto queda claramente reflejado en una de las medidas más claras del macrismo que eliminó las retenciones a las exportaciones mineras incrementando sus ganancias en más de 4.000 millones de dólares anuales.

Finalmente, el actual gobierno abandonó las apariencias y entrega mediante el RIGI la totalidad de los bienes comunes en una vuelta de tuerca a la desterritorialización y desinstitucionalización. Literalmente pusieron la patria en la góndola de los regalos al poder global.

Nota en audio abajo