• De que hablamos cuando hablamos de violencia

Fecha de Publicación: 07-09-2025

Por Marta Suarez-FSN-Rosario

 

Generalmente cuando se habla de violencia, el pensamiento busca referencias en la dictadura, por ejemplo. La desaparición de personas, la tortura, la muerte como extremo ejemplificador. La violencia usada desde el Estado con justificación de necesaria para alcanzar el orden

También ocurre, al menos en esta ciudad de pobres corazones, que por estos días los ejemplos de violencia se encuentran en los barrios, en las muertes de jóvenes, de jóvenes pobres casi siempre. Incluso son destinatarios quienes también fueron expulsados de las márgenes, las personas que viven en la calle, el pibe que busca en la basura algo de comer, la piba que en las noches de frio busca la protección dentro del contenedor.

Se localiza la violencia en la escuela baleada, en los gendarmes agrediendo, en las márgenes de la ciudad, a pibes y pibas con la justificación necesaria de alcanzar el orden.

Últimamente la violencia remite a los miércoles, donde dignas cabezas canas son golpeadas, junto a quienes acompañan el pedido, por fuerzas de seguridad. Cada semana con la fuerza de un rito se maltrata con la justificación necesaria de alcanzar el orden.

El golpe, el disparo, el acto contundente de romper músculo y huesos, de lastimar, es la respuesta a la pregunta de qué es la violencia.

Sin embargo, hay otras que se generan también de arriba hacia abajo y que están ahí, en nuestro entorno cotidiano, pero casi no advertimos.

Desde que este presidente comenzó su campaña electoral, asistimos a otra violencia. Más sutil tal vez y de apariencia casi inofensiva. Los discursos presidenciales además de ser grotescos y groseros tienen una enorme carga de violencia. Agudizan, y podemos decir que habilitan la confrontación verbal como forma de comunicación y (tal vez lo más peligroso) como forma de relación entre las personas, ya que le responden en parecida forma y con similar violencia.

Tal vez nos fuimos acostumbrando a que esas violencias que vemos, que sentimos a diario, sean “normales”. Naturalizamos el hambre y la exclusión. Como sociedad nos molesta el corte de calle por violento, pero no pensamos en el porqué de ese corte, o de esa protesta, o de esa bronca contenida del que no sólo no tiene futuro… no tiene presente. y hasta llegamos a pensar que así son las cosas.

Tal vez debamos pensar que así ESTÁN las cosas, para que podamos cambiarlas.

Tal vez, si en los barrios el Estado invirtiera en escuelas, clubes y centros los pibes y las pibas estarían aprendiendo, haciendo deportes, música, plástica… aprendiendo qué quieren ser.  ¿El negocio que genera balaceras y muerte no tendría casi cabida?

Tal vez si la mamá o el papá de esos pibes y pibas tuvieran laburo podrían compartir la mesa familiar en vez del comedor, con su carga de vergüenza y bronca.

Tal vez, si los jubilados no tuvieran que elegir entre comer o comprar remedios.

Tal vez si el laburante llegara a cubrir las necesidades con su sueldo

Tal vez si el acceso a la vivienda digna fuera posible

Tal vez si las riquezas de esta tierra fueran para repartir equitativamente y entregada.

Tal vez necesitemos dejar de acostumbrarnos.

Para que todo pueda ser cambiado, deberemos empezar a reconocer la regla como abuso. Y donde aparezca el abuso, buscarle remedio. Desde abajo, colectivamente.