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Memorias de las luchas de mayo II.El Tucumanazo y el Cordobazo
El Tucumanazo
Fue la primera de una serie de rebeliones que en los días siguientes llevaron a la ebullición a Corrientes, Rosario y Córdoba.
El 14 de mayo de 1969 Tucumán ya llevaba unos tres años de desastre industrial centrado en el cierre de los ingenios azucareros. Y ese fue el principio del fin de la dictadura de Onganía.
En realidad, fueron tres los tucumanazos. Una rebelión marcada por la alianza de obreros y estudiantes que reclamaron por la destrucción de la provincia y sus fuerzas productivas a manos de la intervención federal y por orden del onganiato.El primero en mayo del 69, como uno de los antecedentes del Cordobazo. El segundo en noviembre del 70 y los manifestantes tomaron varias manzanas del centro de San Miguel, desbordando a las fuerzas policiales que usaban armas de fuego. El tercero fue en junio del 72 y se lo conoce como el Quintazo porque en la Quinta Agronómica funcionaba el comedor universitario y la dictadura lo cerró porque lo consideraba un foco de reuniones contra el gobierno.
Como sucede ahora los industriales apoyaban a Onganía y su incondicional alineamiento a las políticas de EEUU.
Como dice la crónica de la época “Tucumán era un experimento y estaba concebido en los detalles. Miles de tucumanos desocupados de la zafra azucarera fueron fletados en avión a la cosecha de la manzana en el valle de Río Negro. El “Operativo Río Negro” –también llamado “Operativo Cervantes”- duró unas pocas semanas: los tucumanos les decían a los otros cosecheros cómo organizarse para defender sus derechos. Los gobernantes provinciales –alineados con Onganía- aconsejaron que fueran llevados de nuevo a Tucumán quienes promovían la sindicalización. Así, de los miles de desocupados, algunos fueron contratados para barrer las calles y otros regresaron a sus comunidades sin más destino que mirar cómo se marchitaban los cañaverales y los trapiches no funcionaban más”.
La Federación Obrera de Trabajadores de la Industria Azucarera (FOTIA), creada por impulso de Juan Perón en 1944, era poderosa. Onganía, antiperonista y anticomunista declarado, creía que quebrar a la FOTIA era el camino para terminar con el poder de otros sindicatos y otras resistencias para cumplir con su temeraria promesa de mantenerse en la Casa Rosada durante veinte años.
Las tomas de los ingenios por parte de los trabajadores –y a veces con cierto visto bueno de los propios dueños, también perjudicados- llevó a mantener por mucho tiempo ollas populares que eran el caldo de cultivo para que los centros de estudiantes de la Universidad Nacional de Tucumán jugaron un rol activo. Las universidades nacionales estaban intervenidas por la dictadura y los centros de estudiantes prohibidos.
El 12 de enero de 1967, la FOTIA llamó a concentrarse en el Ingenio Bella Vista, miles de personas concurrieron y se encontraron con la carga de la infantería policial. La joven Hilda Guerrero de Molina, trabajadora y miembro del sindicato, fue asesinada en esa oportunidad. La indignación cobró cuerpo.
En marzo de 1968 fue designado como interventor de la provincia Roberto Avellaneda, quien había sido miembro de los Cursillos de la Cristiandad junto a Juan Carlos Onganía.
Se crearon agrupamientos denominados “Comisiones Pro-Defensa”. Ahí se mixturaban obreros fabriles y del surco, campesinos cañeros, pequeños y medianos comerciantes, docentes, profesionales, estudiantes y empleados públicos. Todos sabían que sin el azúcar la provincia era inviable. Fue la organización lo que llevó a la rebelión.
El miércoles 28 de mayo, la FOTIA y las agrupaciones universitarias realizaron un acto masivo de protesta precisamente en la sede de esa sede sindical. Un detalle muestra el acercamiento creciente entre sectores obreros y de las clases medias: ese día hubo 17 oradores en el acto, 8 de origen sindical, 5 dirigentes estudiantiles y 4 representantes de los productores de caña y otros sectores sociales. Al finalizar esa asamblea popular, miles de personas fueron a dar vueltas por la Plaza Independencia. La policía no actuó. Sin embargo, desde Buenos Aires llegaron en avión esa noche refuerzos en previsión de que Tucumán ardiera.
Faltaban apenas horas para que el foco de conflicto se trasladara a unos cientos de kilómetros. Córdoba fue, el jueves 29 y el viernes 30 de mayo, el escenario de la protesta más extensa y más combativa que se vivió en la Argentina.
Como sucedió con la siguiente dictadura de la junta de comandantes en la que Tucumán fue el centro de la experimentación con los campos de concentración, también esta provincia fue el experimento del onganiato para desarticular la resistencia. Y allí comenzó su caída.
Nota en audio debajo
A 56 años de la Córdoba que soñó con una revolución
Por Rodolfo Novillo-FSN-Córdoba- Mayo 2025
El 29 y 30 de mayo de 1969 tuvo sabor a pueblada, a movilización social, a insurrección popular, a Revolución, que marcó un antes y un después en nuestra Nación Argentina.
El Cordobazo fue una explosión de repudio popular al régimen autoritario, una protesta política, en un radio de 150 manzanas, más de 70.000 personas combatieron, contra la policía y el ejército contando con el apoyo de toda la población.
Ésta fue promovida por la CGT Córdoba a las que se sumaron las Organizaciones Estudiantiles y los Centros Vecinales.
Nuestra Córdoba Industrial, tiene dos grandes referencias, en el siglo XX, que nos identifican como hechos importantes de nuestro pasado dentro de la historia en Argentina y de reconocimiento a nivel internacional, que son la Reforma Universitaria del 1918 y el Cordobazo en mayo del 1969.
Es muy difícil contar lo sucedido en el Cordobazo, sin dar nombres propios. Ese acontecimiento histórico, que fue una bisagra en el declive político del siglo pasado argentino, tuvo un puñado de apellidos que rubricaron el aumentativo explosivo con el que se conoce ese levantamiento urbano tan particular: Elpidio Torres, del SMATA y Atilio López de UTA, Agustín Tosco de LUZ Y FUERZA, Hector Castro, de ATE, Carlos Dreizik de UTEDIC, Oscar Setembrino de Telefónicos, Lucio Garzon Meceda, de Prensa, Raul Ferreyra del SEP, los Lideres Estudiantiles, Carlos Scrimini de la FUA, Carlos Azocar de Integralismo, Fausto Rodriguez de JUP, y cientos de compañeros más..
La participación de los dirigentes sindicales y estudiantiles fue decisiva y el 29 de mayo –por una ironía de la historia es el Día del Ejército Argentino– se produjo una rebelión popular en contra de la dictadura Militar de Onganía.
La alianza entre Agustín Tosco y Elpidio Torres fue el puntapié inicial para una intensa preparación previa en los Sindicatos y en el barrio Alberdi, debido a su gran población de estudiantes; en todos los techos se habían acumulado bombas molotov, proyectiles y demás elementos de defensa. Es sabido, por su parte, las diferencias entre estos dos dirigentes: Torres era peronista mientras que el Tosco era, como le gustaba llamarse, “marxista independiente”. De ese encuentro inicial, Elpidio Torres recordaba: “Estoy seguro de que cuando Tosco me llamó hizo así (con una mano simulaba sostener el tubo del teléfono y con la otra se agarraba la nariz). Pero tuvimos la grandeza de coincidir en la lucha, por encima de las diferencias”.
Los acontecimientos, pues bien, son bastante conocidos y en la ciudad de Córdoba, el escenario de una lucha, que aceleró la caída de una dictadura por otra. Las trincheras barriales y las consignas decían: “Este barrio está ocupado por el Pueblo”, “Soldado, no dispares contra tus hermanos”, “Barrio Clínicas, territorio libre de América”, “Muera la dictadura”. Hasta que el Ejército hizo su intervención fatídica, con muertos, heridos y los apresados.
Una generación de jóvenes obreros y estudiantes en la Córdoba de mediados de los sesenta, enfrentaron una brutal dictadura del General Juan Carlos Onganía.
La censura era terrible en medios periodísticos, donde no se podía hablar del paro y ni soñar con mencionar las luchas populares.
La sociedad sufría la censura de la dictadura del General Juan Carlos Onganía, que prohibió los besos en la vía pública, no podías andar abrazados caminando, perseguía a los jóvenes que se besaban en las plazas. No podías andar en la calle con pantalones cortos, la censura llegaba al cine, donde ‘la tijera cortaba’ escenas inconvenientes. Estaban prohibidos los Partidos Políticos.
Para quienes nacieron y viven en democracia estas cosas resultarán extrañas, pero esos eran los tiempos del Cordobazo y esa necesidad de libertad es la que estalló en la jornada del 29 y 30 de mayo, particularmente al mediodía, cuando se confirmó las muertes del obrero estudiantil Máximo Mena y del estudiante Daniel Castellano las primeras víctimas de esa trágica jornada.
Aunque hayan pasado 56 años, digo en que ese día se dieron dos circunstancias personalmente innegables. Nadie puede negar el nivel de la protesta ni su aceitada organización para llegar desde todos los puntos fabriles de la ciudad al centro de la capital. Pero creo que los sucesos derivaron en un estallido social imprevisto, por lo menos al nivel que se dio. Subyacía en todos los niveles políticos, sindicales, institucionales y educativos un hartazgo por las libertades conculcadas.
En el Cordobazo hubo una espontánea explosión popular para poner fin a las ambiciones del dictador Onganía de perpetuarse en el poder.
Rescatar el Cordobazo, es una obligación y responsabilidad de quienes fuimos protagonista, trasmitiéndolas a las nuevas generaciones.