• Camino critico, sentido común y algoritmos

Por Koly Bader- FSN

Es un lugar común que en los debates de los sectores progresistas y revolucionarios se ocupe demasiado tiempo en recalcar los diagnósticos de situación. Cosa que, por cierto, se observa como la mayor coincidencia aun con matices diferentes. Es claro que el mayor problema de los sectores populares sobreviene al momento de debatir que hacer. Es decir cuál es el camino a transitar desde el lugar en que estamos hasta el lugar que anhelamos. Este camino, camino crítico como llaman los ingenieros al conjunto de acciones que han de llevar a un objetivo, es lo más difícil de definir. Aún cuando todos coincidimos en que es fundamental la organización, el modo de hacerlo es motivo de la mayor parte de las divisiones que todo el tiempo se producen en los intentos por organizarnos.

Lo primero que hay que decir al respecto es que se observa una diferencia que reside en la concepción de la política como medio para hacer las cosas posibles. Recalcamos que la política es el medio para hacer las cosas posibles y no como dice el adagio extremadamente conservador de que “la política es el arte de lo posible”.

Unos ejercen la POLITICA DE PRINCIPIOS y otros abogan por la POLITICA CON PRINCIPIOS.

En el primer caso es habitual escuchar propuestas que apuntan a la posibilidad de máxima. Por ejemplo, y solo como ejemplo, plantear el socialismo, la reforma agraria o la propiedad social de los medios de producción. Esto responde a la primera propuesta de la política de principios. Como consecuencia las características de la organización necesaria son de tipo cuasi partidaria y de estrecha amplitud.

En el segundo grupo se inscriben los que creemos que hay un camino previo. Sin abandonar los principios comprender que hay un camino aún muy largo hasta que nuestro pueblo avizore con claridad semejantes  consignas. Y es entonces cuando los modos de organización adquieren un carácter amplísimo que incorpore a la mayor parte posible de esta vereda. Consignas realizables en esta etapa y las más próximas en el tiempo que, fundamentalmente, vayan moldeando la conciencia, la subjetividad de nuestro pueblo.

Habitualmente tildados de reformistas por el primer grupo, el segundo grupo debe buscar alianzas a partir de la unidad en la acción ya que se une a sectores ideológicamente distanciados. Eso exige la búsqueda de algo más que simples reivindicaciones para adentrarse en reivindicaciones políticas de tipo táctico en algunos casos y en muchos, estratégicos. Allí deberá coincidir en la lucha por lo concreto, aquello que configure un avance en la comprensión de la realidad como sub producto de la acción por un resultado concreto. Y más allá que se consiga el éxito, la generación de confianza política, conocimiento mutuo y sentimiento de pertenencia,  irá creando las condiciones de crecimiento en organización y definiciones más de fondo.

El riesgo de abordar la acción desde la conciencia propia o de grupos sin tener en la mira la evolución de la conciencia en la sociedad y en los sectores explotados en particular, es apartarse del camino crítico. Es apartarse de ese cúmulo de acciones que han de conducir por si mismos al deseado objetivo final.

Los marxistas decimos que la práctica determina la conciencia. Por eso, abordar una práctica CON principios, de lo pequeño a lo grande, nos llevará al punto en que los principios sean ellos mismos la consigna política. Comprendida y abrazada por las clases sujeto de la revolución.

En los últimos tiempos en la Argentina asistimos a un cambio que resulta cuanti-cualitativo. La financiarización de la economía, la entrada en el juego de nuevas tecnologías y los cambios en los modos de producción generados por esta, tanto en el país como en el planeta, requieren de una Argentina primarizada y resometida a los dictados de los fondos de inversión. A su vez, el desplazamiento de grandes sectores de la población al cuantapropismo y la economía en negro, han producido una base de sustentación económica al cambio cultural que resulta caldo de cultivo al individualismo y la pérdida de ubicuidad de amplios sectores que, desplazados de la producción industrial clásica, afrontan su supervivencia desde actividades “independientes”.

Baste mencionar que en los años 70, con una población total de 27 millones, había en el país algo más de 2 millones de trabajadores industriales. Hoy, casi con el doble de población, tenemos aproximadamente la misma cantidad de trabajadores de ese sector y en constante baja.

Si convenimos que las formas que adopta la economía se corresponden a un determinado sistema político que intenta eternizar esas relaciones de producción y el poder de los grupos dominantes, debemos concluir que la definición de nuestro sistema como DEMOCRACIA BURGUESA resulta inadecuada. La inexistencia de la división de poderes, la utilización desembozada de los mecanismos institucionales del Estado para encaramar a los ricos en el poder político y desmontar en los hechos las garantías constitucionales y todo un cuerpo de leyes, dan cuenta del dominio de los poderes financieros como poder real e institucionalizado del Estado. Creemos que la definición de PLUTOCRACIA FINANCIERA se corresponde hoy al sistema económico que describimos antes. La palabra DEMOCRACIA, vaciada de su contenido original, es usada por el poder como parte de la dominación en un ejercicio lingüístico de apropiación de un término antes valorado por la sociedad para llenarlo de un contenido distinto. En esta tarea tiene un rol central la comunicación y la cultura que ella abona e impone. De ahí que veamos LIBERTARIOS supuestamente liberales pero profundamente autoritarios. Hoy tenemos un Poder Judicial sometido al Poder financiero, un legislativo cooptado por el poder dominante y, sobre todo, medios de comunicación tanto tradicionales como digitales absolutamente disciplinados al mandato de ese poder financiero. No existe pues la DEMOCRACIA ni siquiera de baja intensidad como se la quiere nombrar. Sólo existe la formalidad electoral cuyo resultado está garantizado por el fuerte embate de la formación de subjetividad y sentido común por un factor fundamental de la cultura como es la comunicación. No hace falta insistir sobre el poder de las redes y las nuevas tecnologías en el área.

El emprendedurismo incluso fogoneado por las políticas públicas y las políticas de trabajo no registrado como los contratos basura. El monotributo para captación de impuestos a sectores medianamente informales y hasta la subvención a la llamada economía popular, configuraron un escenario ideal para la propagación de un sentido común ligado a la individualidad. Alejados del trabajo colectivo que supone una actividad de base en la industria, un lugar en la producción proclive a los sentimientos de solidaridad, de pertenencia a un grupo y de necesidad de la colaboración, estos sectores fueron caldo de cultivo de las propuestas individualistas. Allí hacen pie los medios de comunicación y las redes. Eso no sería posible en una democracia burguesa como sistema político en correspondencia de un capitalismo productivo socializante. Es posible en una plutocracia financiera disolvente en correspondencia con una capitalismo especulativo de tasas de interés, commodities, extractivismo y dominación cultural de un lado, y cuantapropismo, trabajo en negro, contratos basura, pobreza clientelizada y burocracia sindical desapoderada del otro.

Por añadidura, en el caso de nuestro país, una plutocracia dependiente de los poderes financieros transnacionales.

En definitiva es la derecha la que interpretó claramente cuál es el camino crítico para conducir a un Estado Nación hacia su propia disolución. La democracia burguesa ya no es útil, así que pues a disolver la república. El proceso requirió de muchos años pero ya está maduro en la Argentina de los libertarios. Y las nuevas tecnologías vinieron a ayudar con sus redes y algoritmos. Fueron determinantes.

Siendo esto así, la comunicación es tan importante para los grupos de poder como, correspondientemente, para nosotros. Ya no ocupa el lugar de reproducción de la ideología dominante del Estado burgués, sino una verdadera revolución cultural que pretende desarticular los paradigmas de la cultura anterior construida por la sociedad burguesa en un capitalismo dependiente pero productivo. Representada en un amplio corpus de leyes como superestructura de cierto pacto social coherente con el desarrollo de la sociedad, asistimos a la desarticulación de los organismos del aparato del Estado que la representan.

En otros términos, la democracia burguesa ya no alcanza para dominar y van contra ella estableciendo una suerte de dictadura de la plutocracia financiera que trabaja para desmontar los principios que sostuvieron una comunidad existente creando una nueva subjetividad donde la “comunidad” es virtual, y sobre otras bases.

Y la principal víctima es la soberanía. No se puede establecer un sistema plutocrático si no se desarticula el sentido de patria, y con ello la soberanía. Soberanía que fuera un principio de la democracia burguesa, tan enraizado aún en los países dependientes que todo lo disfrazaban como Nacional y popular.

Así las cosas la comunicación resulta un elemento estratégico en la resistencia y la autodefensa justamente porque es el ámbito desde donde ellos crean las condiciones para la aceptación de nuestro propio auto sometimiento. Y el mundo digital es en esta tarea el protagonista principal.

Sin embargo la misma herramienta, como toda herramienta, puede ser usada para lo contrario. Una aplicación de la frase de Lenin “Los capitalistas producirán la soga con la que serán ahorcados”.

Descolonizar significa hoy no solo la recuperación de valores nuestros claramente contrarios a los impuestos por el colonialismo, reconociendo el sincretismo inevitable luego de 500 años. Incluye el combate a las nuevas herramientas de dominación viabilizadas por las nuevas tecnologías de la comunicación. De alguna manera podemos ejemplificar que la dominación a sangre y fuego de antaño continuada por sangrientas dictaduras ya en la llamada democracia burguesa, es hoy reemplazada por los algoritmos que instrumentalizan nuestras mentes a favor del agente colonial. Aunque la violencia represiva siga siendo la garante.

Esto hace posible el fenómeno de la desinstitucionalización del estado burgués que presenciamos porque ya les es inútil. Debe transformarse exclusivamente en un instrumento de los dictados de los fondos de inversión interesados en tal estructura sólo como garantía política de la realización de su proyecto económico. Tal y como entonces lo fue en la democracia burguesa pero desmantelado de todo atisbo de poder  popular y de instituciones que garanticen otros derechos que no sean los de la plutocracia financiera. Esto incluye la desterritorialización cuya expresión más clara es la disponibilidad irrestricta de territorios y riquezas naturales para la propiedad y explotación de empresas extranjeras.

En definitiva la eliminación de todo tipo de soberanía, hasta la obturación total del sentido de patria.

Este proceso es además global. Un cambio cultural, no sin contrastes y asincronías, que se reproduce con tales modificaciones en lo que llamamos sentido común que asistimos a la vacunación contra la polio en Gaza mediante periodos de alto el fuego para que el sionismo mate niños por miles el resto del tiempo, pero claro….vacunados.

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