• Lenguaje y Soberanía 2da Parte

Lenguaje y Soberanía 2da Parte

Por María Rita Ciucci – FSN – Santiago del Estero

Cabría comenzar aclarando que estas notas no tienen carácter técnico ni mucho menos académico. Intentamos poner en discusión cuestiones vinculadas al lenguaje que consideramos de relevancia política.

Vinimos sosteniendo en la 1ra parte, que la ultraderecha comprendió la importancia fundamental del leguaje y lo utiliza como una poderosa herramienta de dominación.Que se apropia del mismo de diversas maneras, utilizándolo para instalar sus ideas conservadoras, racistas, xenófobas, autoritarias, abiertamente anti-democráticas y promoviendo el odio y la violencia. En ese sentido, comenzamos con una breve caracterización del neoliberalismo y las operaciones discursivas de su expresión político- ideológica: la ultraderecha. Para luego introducir la reflexión en torno a la manipulación discursiva.

En esta 2da parte, sostenemos que el lenguaje no es transparente, que no es inocente. Que así como muestra e ilumina, también distorsiona y oculta. Por ello, las estrategias discursivas son herramientas que son utilizadas por la ultraderecha para reproducir y mantener la desigualdad social y el abuso de poder. En consecuencia, nos parece importante apelar al Análisis Crítico del Discurso como herramienta para el campo popular, para poder analizar y comprender y  así, lograr desmontar esas operaciones.

En general, es posible considerar las estrategias discursivas como mecanismos y procedimientos lingüísticos y extralingüísticos que se emplean de modo intencional para incrementar la efectividad de la interacción comunicativa. En ese sentido, es posible afirmar que toda estrategia discursiva es un plan de acción, intencional, que se adopta con un fin. Así, podemos pensar en un repertorio que incluye varias estrategias discursivas en relación a los objetivos que se persiguen y a ciertos instrumentos. Cotidianamente, son muchas y muy diversas las estrategias que se usan en la realización de estas metas e intereses.

Ahora bien, la estrategia básica de todo discurso ideológico consiste siempre en hablar de nuestros aspectos positivos y hablar de los aspectos negativos del opositor/enemigo. Este tipo de estrategia – auto presentación positiva y presentación negativa del otro - se completa con los significados contrarios: no hablar de nuestros aspectos negativos  y no hablar de los aspectos positivos del  opositor/enemigo.

Es decir, mediante la polarización nosotros-ellos, efectuada a través de las estrategias de presentación positiva de “nosotros” y de presentación negativa de “los otros”  brinda diferentes categorías que permiten evidenciar el modo en que intervienen las ideologías en un discurso. Pensemos, por ejemplo, en esa estrategia discursiva usada por el mileísmo: “nosotros, los libertarios, los buenos, la gente de bien” y “ellos, los malos, los zurdos empobrecedores”.

Otra cuestión a considerar es la noción de cogniciones sociales, que serían modos de conocer y comprender, construidos socialmente,  que las personas poseen y comparten como miembros de la sociedad, o como aquellas referentes a situaciones sociales, a la sociedad o a grupos sociales. Así, las representaciones que la gente tiene acerca de otras personas, acerca de los grupos a los que pertenecen (mujeres, hombres, negros, blancos, bolivianos, jóvenes, etc.) son ejemplos característicos de estas cogniciones sociales. ¿Por qué resultan importantes para el análisis del discurso? Porque, al igual que el propio discurso, la cognición social tiene dimensiones tanto cognoscitivas como sociales. El discurso desempeña un papel básico en estos procesos de la reproducción de estas cogniciones sociales.

Estas cogniciones sociales, así como el discurso que las expresa, las instala y las reproduce, están estrechamente vinculadas con la dominación y el poder. Este hecho, no sólo resulta evidente en las conversaciones cotidianas, entre cualquier subgrupo o clase, respecto al grupo dominante, sino también, aunque en forma más indirecta y sutil, en los libros de texto y en los medios de comunicación. En estos casos, a los grupos minoritarios se los define primordialmente como a "Ellos" en oposición a "Nosotros", al hablar de que tienen u originan problemas, al afirmar que presentan desviaciones (homosexuales, pueblos originarios, etc.) y al postular, que son esencialmente distintos, haciendo hincapié en sus características, estereotipadas, sociales o culturales.

Hay algunos ejemplos de expresiones en la vida cotidiana que ya han sufrido el proceso de naturalización, una de las formas que adoptan las estrategias discursivas, con el objetivo de presentar algo como natural o inevitable, para evitar cuestionamiento o cambio. Cuando la prensa o los mismos ciudadanos se refieren a un “delincuente”, aluden en general a un ladrón, la mayoría de las veces, joven y pobre. Es prácticamente imposible escuchar nombrar como delincuente a un empresario que estafó al Estado en millones o, peor aún a los militares genocidas, responsables de crímenes atroces. Cabría preguntarse, ¿cuál sería el criterio para nominar como delincuente a alguien que comete un delito? La gravedad del delito cometido, seguramente no lo es. Aquí estamos en presencia de varias operaciones - además de la naturalización - destinadas a producir sentido común: ocultamiento, sustitución, legitimación, entre otras.

En el ámbito educativo, involucrando incluso a la academia, se habla de “deserción escolar”. Podemos encontar investigaciones que miden el “abandono de la escuela” por parte de los niños. La deserción implica un abandono de una obligación o compromiso, ya sea en el ámbito militar, educativo, o en cualquier otra área donde exista una obligación o compromiso. Ahora bien, pensemos: el niño es un sujeto de derecho. En este caso puntual, tiene derecho a la educación. ¿Quién es el garante de ese derecho constitucional? El Estado, sin duda. Por lo tanto el que desertó es el Estado, al no cumplir su obligación de garantizar un derecho constitucional. El niño es el sujeto a quien se le vulnera ese derecho.

Para mayor claridad en torno a la relación entre discurso, ideología y análisis, tomemos un caso muy propio de la realidad tanto argentina como chilena: el llamado conflicto mapuche. Esta afirmación forma parte del lenguaje rutinario de la prensa y es empleado permanente y sistemáticamente por los periodistas para referirse y representar esta cuestión. Como vemos, esta opción discursiva reduce a los participantes en el conflicto a un solo actor: el mapuche. De este modo no se menciona, y por lo tanto se invisibiliza a cualquier otro actor que también pudiera formar parte del conflicto, por ejemplo, los estados, las empresas transnacionales, fuerzas federales (Gendarmería, Carabineros, etc.), las empresas forestales, etc. Los mapuches se convierten así en los únicos actores referidos explícitamente. Sin embargo, sabemos objetivamente que en los últimos años jóvenes mapuches fueron asesinados por agentes del Estado chileno y del Estado argentino. No estamos ante un conflicto en el que los únicos actores son los mapuches, sin embargo, cuando sistemáticamente se emplea la expresión mencionada, lo que se está haciendo es ocultar las contradicciones generales de la situación, cosa que no ocurriría si se hablara del conflicto chileno-mapucheconflictoargentino-mapuche o conflicto empresas transnacionales-mapuche,  expresiones cuyo uso hace imposible la negación o el ocultamiento discursivo de las contradicciones y que, además, involucra y visibiliza lingüísticamente a la otra parte del conflicto. Como vemos, en casos como éste, todo el sentido del análisis radica en las contradicciones históricas y en los actores sociales que el lenguaje permite invisibilizar; el lenguaje puede ocultar contradicciones y realizar de este modo una acción ideológica muy específica.

Los periodistas que a diario emplean esta emisión restrictiva e ideológicamente orientada,  ¿optan por una expresión en detrimento de otra a sabiendas? No lo sabemos, eso ya forma parte de las especulaciones y sospechas que podemos tener. Sólo conocemos la acción que se realiza con el lenguaje, la que podemos examinar y analizar empíricamente, en cambio, la intención detrás del autor queda oculta. Sin embargo, lo que permite el análisis crítico del discurso, como el que proponemos, es señalar que lo que el nivel de la circulación de estos discursos nos muestra es parcial, que se trata de expresiones ideológicamente condicionadas, sin importar si los periodistas son o no conscientes de ello. De este modo, damos un paso atrás en el proceso y podemos llegar a afirmar que en casos como éste, la producción de los discursos está condicionada ideológicamente de una manera muy determinada.

Como vemos en este caso, el lenguaje es un instrumento de poder y de acción, antes que de comunicación, y tiene poder simbólico, genera dominación simbólica.

En ese sentido, no podemos olvidar que el lenguaje es el soporte del pensamiento. Por tanto el despliegue de estas estrategias discursivas por parte de la ultraderecha produce subjetividades que resultan funcionales a sus intereses.

En consecuencia, resulta imprescindible para el campo popular apropiarse de las herramientas que hagan posible des ocultar, poner en evidencia, las estrategias discursivas que ejercen la dominación simbólica

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