La asistencia social estatal es una variable puramente económica que permanecerá en el tiempo incluso más allá de la identidad ideológica de cualquier gobierno
El trabajo cumplió un rol determinante desde la transformación de mono en hombre, pasando por todos los sistemas de organización social y aún como mercancía, en la etapa capitalista, ha sido el trabajo el centro, principio y fin de todas las cosas. El trabajo ha sido a lo largo de la historia, la historia misma.
En la transformación de la conciencia que significa la práctica, es el trabajo el que protagonizó la evolución humana tanto como género como en el individuo. El hombre no es concebible sin pensar en su actividad productiva, en el uso de sus capacidades creativas, el desarrollo de su fuerza transformadora de la realidad y el legítimo sentimiento de dignidad que de allí se deriva casi como una natural consecuencia.
Este fue el factor del éxito del llamado “fordismo”, un sistema de producción capitalista que garantizaba, por un lado, la producción en serie de enormes cantidades de productos, y por el otro el pleno empleo para generar un mercado consumidor de esos productos. Con esa ecuación económica se estableció lo que se dio en llamar el Estado de Bienestar, una sociedad con seguridad social, trabajo estable y sobre todo capitalismo productivo y por tanto socializante.
El modo de producción capitalista de los siglos pasados hasta finales del XX ha garantizado la organización social en torno al trabajo. La empresa, el sindicato, la escuela, la obra social, etc. garantizaban una estructura que asistía y contenía al trabajador y su familia.
A esta organización económica corresponde los sistemas políticos que llamamos republicanos, la democracia. Es la versión política de un sistema económico organizado y auto sustentado. La participación tanto en la producción como en las cuestiones de interés público fueron sus pilares aun cuando jamás fuera perfecto.
El enorme y acelerado desarrollo de la tecnología que posibilitó la producción de más bienes en menos tiempo y con menor requerimiento de mano de obra humana, sumado a la circulación globalizada de los capitales también posible por el desarrollo tecnológico de las comunicaciones, y a la ambición de los capitales de aumentar su tasa de ganancias ha operado de tal modo que, en las últimas décadas, el cambio experimentado en el modo de organización económica, ha ido desmontando los poderes económicos geográficamente circunscriptos para convertir a las empresas en multinacionales tan concentradas y poderosas que superan incluso la capacidad operativa y económica de muchas naciones de la tierra. Con ello apareció lo que llamamos neoliberalismo y el creciente e irreversible fenómeno de la desocupación promovido por las ventajas de la especulación financiera frente a la inversión productiva.
Lo primero que se destruye en un desocupado es su cotidianidad. El trabajador que lo ha sido durante algunos años y de pronto amanece un día sin su rutina por delante sufre un estado de desorientación y casi sorpresa. No sabe por dónde comenzar el día. Le preocupa su futuro económico, pero ni siquiera puede resolver la próxima hora. Y allí comienza una larga historia. La desocupación significa la supresión del ámbito social habitual. Desaparece la charla en el trabajo, historias que jamás serán contadas, lugares por los que no pasará más, se interrumpe la continuidad de un discurso con sus amigos. El cambio de práctica conmueve toda su visión del mundo. Día a día el temor a no conseguir trabajo lo irá ganando en la misma medida que lo acosan los problemas económicos. Comienza a dudar de sí mismo y a imaginar o ver que su autoridad en la familia queda cuestionada. Abandonan a sus amigos por una suerte de vergüenza y hasta rechazan sus aproximaciones de ayuda. La propaganda oficial sobre planes de recapacitación o como sea que les llamen, produce inevitablemente una sensación de culpa. El sistema va lentamente minando su voluntad y hasta su dignidad produciendo resignación hasta lograr la aceptación de cualquier condición de trabajo, cualquier trabajo, y esto no hará más que redoblar sus conflictos familiares y sociales.
Tenemos hoy un sistema económico tal que, por un lado, produce más en menos tiempo, pero no puede garantizar los ingresos de la población para el consumo. Por otro tenemos una gran porción de la población cuya desesperanza la ha preparado para aceptar cualquier condición con tal de sobrevivir. La ecuación económica cierra para el sistema con dos factores, el cuentapropismo (emprendedurismo) y con una masiva intervención del Estado que garantice una mínima distribución de recursos que posibilite el consumo de lo producido por las empresas. Los planes y la asistencia social y la empleomanía estatal no son pues una virtud ni un defecto momentáneo de un gobierno que procura justicia social sino una necesidad ineludible del sistema económico presentada como distribución de riqueza aun cuando parcialmente lo es. El sostenimiento de lo que llamamos desequilibrio estable es una condición para proveer a una buena administración de la dependencia. Sirva como ejemplo el fenómeno de la venta de telefonía celular en la Argentina. Hoy hay 60 millones 100 mil líneas activas en la Argentina lo que es más que su población total. Por tanto, los millones de ciudadanos que reciben de algún modo asistencia económica estatal se han incorporado al consumo gracias a esa asistencia. También pudo observarse el mismo fenómeno en las ventas de electrodomésticos, calzado, indumentaria, etc.
Tenemos pues una industria y servicios que aun cuando se duplicaran estaría muy lejos de alcanzar el pleno empleo, un sector de la población que acepta su situación precaria, y un estado que garantiza el consumo por medio del auxilio económico permanente a los ciudadanos subsidiando las condiciones para un tranquilo desarrollo de los negocios que le interesan en primer lugar al capital financiero.
Del otro lado, un sistema político que dejó de sustentarse sobre la estructura de organizaciones partidarias con contenido ideológico claro y diferenciado para transformarse en aparatos electorales dentro de un Estado que clientelizó todas sus relaciones. Al Estado que conocíamos como protector o benefactor, que tampoco lo fue mucho, le ha sucedido una organización política formalmente idéntica pero dedicada a la conformación de un estado competitivo. Competitivo con otros estados en la obscena conquista de los capitales multinacionales. El Estado sigue siendo benefactor, pero ha cambiado el beneficiario. Ahora es el abogado, gestor, apologista y mecenas de los capitales financieros supranacionales y sus empresas garantizando el consumo.
En los países “emergentes” como se caracteriza al nuestro, ninguno de los modos de producción ni tampoco de organización política han sido ni serán perfectos en el sentido de ajustado a definiciones genéricas. Pero, así como en lo económico ni político jamás hemos sido un capitalismo ni una república verdaderamente independiente de los dictados de los países centrales, tampoco somos ahora un ejemplo “puro” del nuevo capitalismo del Siglo XXI.
La asistencia social estatal es pues una variable puramente económica que permanecerá en el tiempo incluso más allá de la identidad ideológica de cualquier gobierno dado que el propio sistema seria insostenible sin esta intervención. Incluso es esperable que la golpeada Europa adopte en un futuro próximo la política de la masiva intervención estatal como modo de sostener su vitalidad económica. Los trabajadores expulsados de la producción deben ser de algún modo incorporados al consumo para sostener la rentabilidad de las empresas del capitalismo que, aunque especulativo, debe sostener un mínimo de producción de bienes y servicios. Es una condición necesaria para el sostenimiento del sistema, aunque no es de allí de donde provienen las mayores ganancias. Y eso lleva, ineludiblemente, al alto endeudamiento externo de los estados que redunda en más dependencia de los dictados de los organismos internacionales de crédito conducidos por el capital multinacional. Es de allí de donde salen los verdaderos beneficios de este nuevo capitalismo.
Con el curso del tiempo el capitalismo del Siglo XXI genera un nuevo tipo de ciudadano y con ello nuevos fenómenos sociales. Los trabajadores asistidos por el estado no dejan de ser trabajadores aun cuando estén expulsados del sistema de producción que requiere ahora alto grado de especialización y movilidad por los rápidos cambios tecnológicos. Los teóricos llaman a esto Capitalismo Cognitivo en alusión a que ya no es tan necesaria la llamada Mano de obra como la obra intelectual, como sucede por ejemplo en la informática. Las computadoras y componentes electrónicos son fabricados con más participación directa de máquinas-herramienta robóticas y la intervención humana está limitada al comando o resoluciones de emergencias. Pero la creación y diseño de circuitos es tarea puramente intelectual. Incluso las tendencias más modernas de la producción industrial apuntan a reunir en las mismas personas las funciones de diseño y manejo de la producción con un nuevo criterio como sucede en la fábrica de automóviles Toyota al punto de llamarle “toyotismo” al sistema japonés. Asignando la mayor parte de la producción en si a la robótica, con mínima intervención humana manual. La mayor parte es intelectual y científica.
De esta manera se va creando una elite de trabajadores, una suerte de aristocracia obrera, directamente ligada a la producción, y un enorme ejército de trabajadores sostenidos por el estado que solamente colaboran en tareas comunitarias, servicios, obra pública, etc. tal y como viene sucediendo en la Argentina con planes sociales y los millones de ciudadanos que dependen de alguna forma del estado. Por otro lado, la economía informal reúne a otro grupo de ciudadanos “independientes”. El monotributismo como forma de desmembramiento del carácter social de la producción con la consiguiente formación de una subjetividad extremadamente individualista.
Las clases sociales acomodadas deberán pues dejar de arrugar la nariz cuando de planes sociales se trata. Ellos, los empresarios, emprendedores, comerciantes, productores agropecuarios y trabajadores altamente calificados son sostenidos en sus actividades por el consumo de esa gran masa de “subvencionados”. De no existir la intervención estatal por este medio, manteniendo estable el desequilibrio, el mercado de consumo se reduciría notablemente y con ello la rentabilidad empresaria que es la razón por la cual la industria especialmente incorporó avances tecnológicos importantes. Así redujo su masa asalariada y produce más en menos tiempo y a menor costo.
Si en el Estado capitalista de antaño el gobierno regulaba solamente las relaciones laborales y el mercado funcionaba “por sí solo”, en este nuevo Estado los gobiernos regulan y subvencionan el consumo con fondos del Estado. Estos fondos que en el neokeinesianismo provenían de los commoditys, vienen ahora, con la restauración conservadora, de un alto endeudamiento externo. Es el principal negocio de los capitales especulativos.
Los cambios estructurales sufridos por el capitalismo son irreversibles. En este siglo veremos acentuarse la dirección de los fenómenos culturales que van produciendo los cambios en las fuerzas productivas. El capital financiero, eterna y vorazmente insatisfecho de sus ganancias, las seguirá aumentando hasta el límite de lo posible e incluso incorporando a la fiesta especulativa sectores hasta ahora vedados a la explotación económica. Este es el caso del llamado “capitalismo verde”, que literalmente transforma la propia naturaleza en producto comercializable con la fantasía del desarrollo infinito y la explotación sin límites de un mundo claramente finito. Es tanto así que la industria ha producido un daño ambiental que hoy, en lugar de ser reparado por los que lo produjeron, sirve como nueva área de inversiones especulativas generando un nuevo rubro de negocios. Este perverso mecanismo es solamente comparable, filosóficamente, a los bombardeos norteamericanos en la Segunda Guerra Mundial, muchos de ellos dirigidos a la destrucción militarmente inútil de ciudades y centros fabriles al solo fin de instrumentar luego el famoso Plan Marshall para la reconstrucción de Europa, un brillante negocio para las empresas norteamericanas.
Desde los años 60 los grandes capitalistas experimentan con una suerte de “solución final” a la contradicción entre producción y capital financiero.
Por ejemplo, las experiencias de salario básico universal (SBU) o renta básica universal (RBU) han sido financiadas por una variedad de actores, incluyendo gobiernos, organizaciones no gubernamentales (ONG), fundaciones privadas y donaciones individuales. Algunas de las mas recientes son:
Financiamiento Gubernamental
Finlandia: El gobierno finlandés financió un experimento de RBU entre 2017 y 2018, donde 2,000 personas desempleadas recibieron 560 euros mensuales sin condiciones. Este proyecto fue completamente financiado por el Estado y buscaba evaluar los efectos de la RBU en el bienestar y la búsqueda de empleo.
España: En 2020, el gobierno español implementó un "ingreso mínimo vital" para 850,000 hogares en situación de pobreza extrema, con montos que variaban entre 451.5 y 1,015 euros mensuales, dependiendo del tamaño de la familia.
Irán: Entre 2011 y 2016, el gobierno iraní implementó un programa de transferencias de efectivo financiado por los ingresos petroleros y la reducción de subsidios a productos básicos como el agua y la electricidad.
Financiamiento Privado y ONGs
Alemania: La ONG Mein Grundeinkommen (Mi Renta Básica) recaudó fondos a través de donaciones privadas para financiar un programa que otorgó 1,100 dólares mensuales a 500 personas entre 2014 y 2019. Este proyecto fue completamente financiado por donaciones.
Estados Unidos: En Stockton, California, un programa piloto de RBU fue financiado por donaciones privadas, incluyendo aportes de la fundación Economic Security Project. Este programa proporcionó 500 dólares mensuales a 125 personas durante 18 meses.
Kenia: La organización GiveDirectly ha estado financiando un experimento de RBU desde 2016, proporcionando pagos mensuales a más de 20,000 personas en áreas rurales. Este proyecto es financiado principalmente por donaciones privadas.
Financiamiento Mixto (Público y Privado)
Canadá: En la provincia de Ontario, un experimento de RBU fue financiado conjuntamente por el gobierno provincial y federal. Sin embargo, el programa fue cancelado prematuramente debido a cambios políticos.
Brasil: En la ciudad de Maricá, el programa Renda Básica de Cidadania fue financiado por regalías petroleras y recursos públicos, proporcionando 35 dólares mensuales a 52,000 personas.
Financiamiento por Fundaciones y Empresas
Sam Altman (OpenAI): El CEO de OpenAI financió un estudio en Estados Unidos donde 3,000 personas recibieron 1,000 dólares mensuales durante tres años. Este proyecto fue completamente financiado por Altman y su fundación.
Financiamiento a Través de Recursos Naturales
Alaska (EE.UU.): Desde 1982, el Fondo Permanente de Alaska distribuye dividendos anuales a los residentes del estado, financiados por los ingresos del petróleo. Este es uno de los ejemplos más antiguos y exitosos de un sistema similar a la RBU.
Las experiencias de salario básico universal han sido financiadas por una combinación de recursos públicos, privados y mixtos. Mientras que algunos proyectos son completamente estatales, otros dependen de donaciones privadas o colaboraciones entre gobiernos y ONGs.
Algunos de los grandes empresarios tecnológicos que han apoyado o discutido la implementación del salario básico universal son:
Elon Musk: Musk ha planteado la necesidad de discutir sobre la renta básica universal frente al avance de la inteligencia artificial. Considera que habrá que implementar algún programa parecido debido al "desempleo masivo" generado por la automatización.
Bill Gates: Gates ha sugerido que los robots que reemplazan a trabajadores humanos deberían pagar impuestos similares a los de las empresas que emplean a personas. Esto podría ayudar a financiar programas de salario básico universal.
Yuval Harari: El historiador ha discutido la necesidad de implementar un salario básico universal debido al impacto de la inteligencia artificial en el empleo.
Es importante destacar que, aunque estos empresarios han expresado su apoyo o interés en la idea, no se han encontrado ejemplos de financiamiento directo de experiencias de salario básico universal por parte de ellos. Sin embargo, sus opiniones han generado debates y discusiones sobre la implementación de políticas de salario básico universal en diferentes países.
Como se ve el salario básico universal es visto por una parte de los grupos de poder como posible solución a la creciente población empobrecida para que pueda consumir en beneficio de los “inversores” que destinan parte de su capital a la producción cuando claramente es más beneficiosa la especulación financiera.
Con ello contrasta la política del FMI que sigue con sus recetas de eliminación práctica del sistema solidario de jubilaciones y pensiones, la reforma laboral y otras políticas que no son compatibles con los proyectos y experiencias de otros sectores del poder global. Y es que, entre ellos, que proyectan a largo plazo, también hay contradicciones y diferentes percepciones de como vendrá el futuro.