¿Cómo llegamos a este presente?
Un relato sobre memorias en disputa y negacionismo
Por María Rita Ciucci - FSN
Durante el año 2010 había tenido lugar el primer juicio por delitos de lesa humanidad en Santiago del Estero. La causa, conocida como el “Caso Cecilio Kamenetzky”, que refiere al secuestro, torturas y fusilamiento del estudiante de segundo año de Derecho y militante de la Juventud Guevarista, avanzó más rápidamente porque la Justicia tomó como elemento la presencia del cuerpo. El juicio tuvo una importante repercusión pública y gran difusión mediática.
El 9 de Agosto de 1976, se presentaron en el domicilio de la familia Kamenetzky, miembros del SIDE (Servicio de Inteligencia del Estado) y secuestraron a Cecilio. Fue salvajemente torturado y, según testimonios de ex detenidos (Miguel Ángel Cavallín y Raúl Osvaldo Coronel), ponían énfasis en su condición de judío y "comunista". El 13 de Noviembre de 1976 fue fusilado y la versión oficial fue que se trató de un “intento de fuga”. Las pericias forenses demostraron que se trató de un fusilamiento. Cecilio acababa de cumplir 18 años.
Por ese crimen, en noviembre de 2010, fueron condenados a prisión perpetua en cárceles comunes, el jefe de la policía de Santiago del Estero, Musa Azar y los ex policías Tomás Garbi y Ramiro López Veloso.
A comienzos del año 2012, en el marco del Programa Jóvenes y Memoria, un grupo de jóvenes estudiantes secundarios, decidió indagar acerca de la historia de Cecilio Kamenetzky. Les estudiantes sabían, por la difusión que tuvo el juicio, que Cecilio había egresado de su escuela y consideraron importante recuperar su memoria.
El equipo de investigación, formado por el grupo de estudiantes acompañadxs por una docente, pertenecía a una escuela de la ciudad de Santiago del Estero. Una conocida secundaria estatal de la ciudad, inaugurada en el año 1935 con el objetivo de “permitir una salida laboral a los estudiantes, obteniendo un título válido para desempeñarse en áreas de la economía e industria”, según consta en el acta inaugural.
La escuela comenzó a funcionar en el centro de la ciudad, a media cuadra de la plaza principal, en las instalaciones que habían albergado a la Escuela Normal. En 1998 se trasladó al nuevo y moderno edificio, ubicado en el corazón de un barrio ubicado apenas a 1.500 metros del centro de la ciudad.
Concurren a la misma, aproximadamente dos mil estudiantes, distribuidxs en tres turnos: mañana, tarde y noche. La población es heterogénea, ya que les jóvenes provienen del mismo barrio en el que está emplazada la escuela, cuyos habitantes son, en su mayoría, empleadxs públicxs y de un barrio cercano, de los nominados como “urbano marginal”.
El grupo de jóvenes comenzó indagando acerca de la vida de Cecilio, y para ello prepararon con mucho cuidado la entrevista a su hermana. Si bien estaban entusiasmadxs, al mismo tiempo tenían cierto recelo porque se trataba de un familiar muy cercano.
Así, accedieron a fotos, al relato de los hechos tal cómo los vivió la familia, lo doloroso que fue para los padres. Pero también pudieron aproximarse a cómo era Cecilio hijo, hermano, amigo, estudiante y también militante. En la filmación de la entrevista se advierte el interés de les estudiantes por conocer y comprender a ese joven, resignificándolo desde sus propias experiencias adolescentes, “era muy inteligente, excelente alumno, pero también alegre, muy extrovertido, le gustaban mucho las fiestas”… “era buen compañero, le dolían las injusticas, desde las más chiquitas hasta las más grandes y se comprometía luchando contra eso”…“le gustaba leer, leía mucho…no podíamos creer todos los libros que leía”.
En la escuela, algunes profesores lo habían conocido, incluso la Rectora había sido de su misma promoción. Las historias empezaban a entrelazarse, y a medida que avanzaban, surgían otras cuestiones que les resultaban muy interesantes. Indagaron también acerca del Juicio.
Una vez que tuvieron toda esa información, empezaron a pensar qué soporte iban a utilizar para contar la historia que estaban construyendo. Los relatos coinciden en que la profesora les explicó las opciones: canción, murga, video, revista, mural, etc. Pero les jóvenes tenían, desde el principio, la idea de hacer un mural. Era una forma de “traer a Cecilio a la escuela, que todos lo vieran, que supieran quién había sido y lo que le había pasado”. Entonces, la profesora, presenta una nota a la Rectora pidiendo autorización. Al mismo tiempo, sugirieron pintar el mural en una pared bien visible, a la entrada de la escuela. Las autoridades autorizaron la realización del mural, en la pared de una de las galerías, que era grande, pero no estaba a la entrada y no era tan visible como la sugerida, igual aceptaron.
La profesora relata que cuando vio los primeros bosquejos de lo que sería el mural, advirtió que en nada se asemejaba a lo que ella se imaginaba, pero era lo que les jóvenes querían, así que se limitó a conseguir los materiales de la lista que le pasaron. Les estudiantes, discutieron el texto que acompañaría a la pintura y eligieron la frase: “Si la gente calla, que hablen las murallas” diciendo que era por “toda la gente que se ha callado durante tanto tiempo…y toda la complicidad que había”.
Para aprovechar mejor el tiempo, consiguieron autorización para ir a la escuela, un día sábado a la mañana temprano, para pintar. “Los únicos que estaban eran los del plan Fines…así que era como raro ver chicos que iban y venían con las pinturas…un día sábado… apenas los podemos hacer levantar temprano los días de semana y un día sábado estaban ahí trabajando, a las 8 de la mañana”, cuenta la docente.
Trabajaron hasta que cerraron la escuela, pero no terminaron y quedaron en que continuarían el lunes. La mañana del lunes fue un revuelo. Toda la escuela mirando qué hacían. Llamaba la atención verlos pintando ese gran mural, porque les estudiantes habían ocupado la totalidad del espacio de la pared que les había sido asignada.
Ese mismo día, les estudiantes le plantean a la profesora que habían decidido escribir el nombre con letras bien grandes “Cecilio Kamenetzky” pero que ahora advertían que no se entendía quién era…““tenemos que poner que lo mataron”… Finalmente, deciden consignar “asesinado por la dictadura militar”.
Una vez terminado, el mural comenzó a generar reacciones muy diversas en les profesores. Algunxs, manifestaban su admiración y le sacaban fotos, otrxs mostraban cara de desaprobación.
En los pasillos, habían comenzado las interpelaciones a les estudiantes, por parte de algunxs profesores: “A quién le han pedido permiso para hacer esto?” “Porqué lo han hecho sobre eso y han puesto esas palabras?”
Al cabo de unos días, la Rectora convoca a la profesora para decirle que ella imaginaba una cosa más pequeña, no un mural tan enorme. Plantea que había recibido muchas quejas, sobre todo del departamento de Ciencias Sociales: no acordaban con hacer ese tipo de mural en la escuela. Consideraban que las frases eran muy fuertes y violentas para una escuela, ya que a la misma asistían todo tipo de alumnxs: hijxs de policías, hijxs de gendarmes y que podían generar mucha incomodidad.
La profesora relata que ella intentaba explicar las características del Programa, que como docente, no había decidido las frases, que eran producto de largas discusiones de les estudiantes y que habían ido surgiendo a medida que avanzaban en el proceso, trabajando en libertad y que ese era su producto, su creación. Que ellxs habían decidido hacer una producción artística, con sus conocimientos, sin tener materiales, sin tener técnica e hicieron eso.
El grupo iba registrando todo el proceso con fotos y filmaciones. Porque si bien el mural era el producto para comunicar la investigación, no lo podían llevar al encuentro de cierre del Programa en Chapadmalal. Por lo que habían hecho un video mostrando todo el proceso de indagación y producción, incluida la elaboración del mural.
Los relatos coinciden que comenzó un período de conflictos y persecuciones, por parte de las autoridades hacia la docente y les jóvenes. En la escuela se referían a ellxs como “los del mural”, que terminó siendo una expresión estigmatizante.
Una mañana, mientras la docente responsable estaba trabajando en otra escuela, la preceptora entró al curso y se dirigió a les jóvenes, que estaban en clase, diciendo: “Chicos, a ver, quiénes son los del mural, a ver, vengan para acá, vengan todos los que han hecho el mural”. Según les jóvenes, el tono era amenazante, o por lo menos, ellxs lo vivieron así. Cuando salieron, les dice que los están esperando en rectoría. Según la docente, “los chicos se empiezan a re morir de miedo porque imagínate…que te llamen a rectoría es lo peor que te puede pasar…porque generalmente es cuando te están por amonestar. Encima no eran chicos que iban a ser de enfrentar, eran chicos más bien de un carácter tranquilo”.
La Rectora, luego de un interrogatorio que les jóvenes vivieron como intimidante, les dice que van a tener que tapar lo que escribieron. Que iban a escribir lo que ella les indicaba: “Que en paz descanse Cecilio Kamenetzky, ex estudiante de la escuela. Falleció el…”. Uno de les estudiantes le responde que ellxs no van a repintar. Que eso era arte “y nosotros hemos hecho eso…si ud. lo modifica, ya no es nuestro”
Al día siguiente, las autoridades convocan a la profesora y le comunican que debían tapar los textos que habían escrito en el mural. Los argumentos esgrimidos eran que generaban muchos conflictos, que había muchas quejas, que era muy violento lo que habían escrito, que poner la palabra “asesinado” en una escuela no correspondía, que esa era una comunidad escolar. Ya no estaba sujeto a discusión, había que repintar.
La docente les comunicó la decisión de las autoridades a les jóvenes, quienes, a pesar de su desacuerdo, aceptaron tapar con pintura lo escrito, pero que en el video iban a relatar lo sucedido, para comunicarlo en Chapadmalal, porque ellxs sentían que los presionaron y las autoridades se habían comportado como policías.
Ese mismo sábado a la mañana, fueron nuevamente a la escuela y taparon con pintura - esta vez proporcionada por las autoridades - todo lo que era texto, sólo dejaron la cara de Cecilio y el nombre. Porque no sólo molestaba la expresión “asesinado por la dictadura” sino la frase “Si la gente calla, que hablen las murallas”. Las autoridades la consideraban violenta: ¿quiénes habían callado? ¿quiénes eran cómplices? ¿a quiénes están acusando ?.
Al volver a la escuela, el lunes siguiente, algunxs profesores, que advierten lo que había pasado y lo ven como acto de censura, comienzan a comentarlo en las redes. Una de ellas, publica en una red social las dos fotos: el mural original y el mural censurado:
La publicación es comentada y compartida por docentes y estudiantes de diferentes escuelas. El conflicto toma estado público. Comienza a pronunciarse mucha gente, repudiando lo que consideraban un acto de censura y solidarizándose con les jóvenes.
Mientras tanto, un estudiante de la misma escuela, pero de otro curso, que tenía la inquietud de organizar el Centro de Estudiantes en la escuela y que venía denunciando que no se lo permitían, había comenzado un proceso para juntar firmas de profesores y estudiantes apoyando a “lxs chicxs del mural” para que les permitieran volver a pintar el texto que les habían hecho tapar en el mural.
En este punto, como Equipo de Jóvenes y Memoria de Santiago del Estero, decidimos intervenir. Ya estábamos al tanto por conversaciones con la profesora, pero hasta ese momento, respetamos la voluntad del equipo de investigación de la escuela y el proceso institucional.
Le planteamos a la docente que nos parecía oportuno convocar a una reunión amplia, en la que estuvieran presentes el equipo de investigación (les jóvenes y la docente), las autoridades de la escuela, representantes del Ministerio de Educación y Dirección del Nivel Medio, representantes del gremio docente, profesores de la institución que quisieran asistir, representante de la secretaría de DDHH y el Equipo de Jóvenes y Memoria de Santiago del Estero. Ella y les estudiantes estuvieron de acuerdo. La Rectora acordaba pero no aceptaba la participación de les estudiantes, porque le parecía que no correspondía. Le explicamos que eso era imposible porque eran los principales protagonistas y, precisamente, el Programa propiciaba la participación genuina de les jóvenes.
La reunión tuvo lugar en la escuela y se desarrolló durante varias horas. El debate fue muy interesante y la decisión final, enunciada por la Supervisora de Nivel Medio, fue que les jóvenes volvieran a escribir el texto original en el mural.
Cuando se cumplía un nuevo aniversario del asesinato de Cecilio, se inauguró el mural repintado, con presencia de sus familiares, amigxs y ex compañeres, en un acto muy emotivo, en el que no estuvo presente la Rectora. Lo interesante del relato es que la rectora y la asesora estuvieron alejadas, escondidas, mirando, pero no se integraron ni participaron del acto.
Cuando relatan el encuentro final en Chapadmalal, en el que presentan su video y narran su experiencia, frente a cientos de jóvenes de diferentes lugares del país, todes se emocionan. Allí, luego de escucharles, les ovacionaron de pie. Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de la Paz, que se encontraba presente, tomó la palabra y les dijo que “los del mural” no estaban solos, que miles de jóvenes los apoyaban y acompañaban. Cuentan que en ese momento, se sintieron reivindicados, seguros de que actuaron bien y todo valió la pena.